La Transición en América Latina, una transición descalza…

Transición descalzaUbicados entre el Río Bravo y el Estrecho de Magallanes territorialmente pero esencialmente localizados no en la razón si no en la emoción, donde como decía el Subcomandante Insurgente Marcos ¨Ahí donde la gente sabe que el saco de maíz pone la mirada en el suelo¨ haciendo alusión al trabajo diario del campesino(a) que al cargar el saco de maíz por inercia manda sus ojos al suelo como recordatorio de donde viene la riqueza y la esencia de nuestras vidas.

Fue de aquí de donde las culturas latinoamericanas, varias y diversas encontramos la brújula, que avisaba lo que en la lejanía del año 1943 Joaquín Torres García: “Nuestro verdadero Norte es el Sur”, aludiendo en ese momento a una contrapropuesta artística, que tiempo después se materializó en un, “Volver a casa, ver el cambio desde dentro y ahí encontrar las respuestas”. Emiliano Zapata, caudillo y revolucionario del sur de México dio pinceladas hacia la transición al establecer culturalmente en el México Profundo: “La tierra es de quien la trabaja. La Tierra no se vende, se ama y se defiende”, y es allí donde ubico subjetivamente el punto de partida de los movimientos de transición en América Latina. La Tierra, la Pacha Mama para las culturas andinas, la Tonantzin para Mesoamérica. El largo despertar que con la propuesta neoliberal desgastada, llevó a muchos de nosotros a voltear y volver a ver a nuestra madre…

El médico del mundo, el campesino(a) en estas latitudes nos guardó la joyita necesaria para emprender la transición junto con el asadón y la pala. Acá la transición tuvo que ser nacida descalza. Desde la bella Ensenada de la Baja California donde se dieron las primeras iniciativas de transición, gracias al buen amigo Robert Frey hasta los llamados locos de la Comarca Andina del Bolsón que se atrevieron a creer que otro mundo era posible después de los combustibles fósiles. Desde Guatemallan y su aferrado gusto por sus colores y sabores que ayudaron a recordar el camino de vuelta hasta el grito del pueblo de Boriken, transitando hacia la agricultura biológica con arte y canto. La Transición descalza no es tecnológica, no es de razones sino de corazones. Y qué decir de lo encarado por Cuba que desde los 90´s tuvo simulacros de desabasto de energía aprendiendo a reaccionar creativamente con el cambio o el mercado de Trueque Ancestral ininterrumpido en la Meseta Purépecha, hasta Bolivia que detrás de los pueblos originarios reencontró la sabiduría colectiva para encarar el desabasto de gas, o Colombia y su Transición hacia la paz y restablecimiento del tejido social o que decir de los caracoles zapatistas que nos enseñaron que detrás de un pasamontañas digno podemos encontrar unos ojos donde se reflejen también los nuestros.

Hoy pareciera lejano ese cambio de siglo en donde proliferaron algunas de las primeras Universidades de Magos Verdes: Ecovilla Gaia en Argentina, Las Cañadas, Proyecto San Isidro y Tierramor en México, Fundación Antonio Nuñez en Cuba, los múltiples Institutos de Permacultura en el Brasil, las expresiones de permarevolucionarios en el Bolsón, Argentina, los(as) bioconstructores(as) del Uruguay, las cooperativas de Venezuela y Ecuador, las primeras ecoaldeas colombianas o los proyectos de permacultura urbana en Brasil, Argentina, Uruguay y México que trazaron (entre muchos otros) caminares que a partir del año 2008 hemos venido usando y retroalimentando en la escalera de la Transición en nuestras ciudades post-petróleo.

Pareciera mentira que nuestra transición, la descalza, siempre estuvo ahí todo este tiempo en cada rincón de cada pueblo latinoamericano, en cada lengua materna que no quería dejar de ser hablada, en cada montaña que deseaba ser caminada, nuestros saberes estuvieron ahí aguardándonos como enciclopedia consagrada en nuestros sabios ancianos y ancianas, esperando el momento para guiarnos para la vida post-petróleo.

Al principio fue difícil encarar el desabasto energético, al haber creído nuestros pueblos en la promesa incondicional del progreso, pero la crisis fue nuestro principal aliado… ¡Bendita crisis! Ya que sin ella no hubiéramos despertado de ese largo sueño de ceguera e indiferencia. La falta de plata en los bolsillos de las familias latinoamericanas, producto del declive petrolero llevó a infinidad de comunidades a hacer sus propias monedas alternativas como el Tumin en Veracruz o el Tlaloc en la Gran Tenochtitlán. Por ahí empezó, por la falta de economía, nuestra reconexión y el restablecimiento del tejido social mediante simulacros de ferias de trueque, gratiferias, convivios, tequios, mingas, mercados de productos artesanales y empezamos a intercambiar saberes y sabores…

El poder la comunidad, se convirtió en el presente de las últimas dos décadas en Transición, el compartir se convirtió en verbo esencial, y poco a poco hemos composteado la palabra competencia para generar un abono fértil. También en los últimos años, hemos ido aprendiendo a escucharnos atentamente y tomarnos en cuenta. ¡Hemos cambiado, realmente lo hemos hecho! Hemos mudado de piel a una distinta a la altura de estos tiempos, una piel que permite un mundo donde quepan muchos mundos. Culturas sureñas que entierran a sus muertos y siembran un árbol de araucaria para el perpetuo renacer nos han enseñado que la vida es un increíble enigma que debe ser vivido como seres interdependientes.

Hoy este caluroso día del mes de mayo del año 2030 me acuerdo de ustedes Guerreros de la Tierra y del Tiempo que la adversidad no los dejó vencer y que la crisis energética, climática y económica la transformamos en abundancia y entendimiento, y puedo decir que fuimos afortunados de vivir todo lo vivido, la obscuridad necesaria y la luz soñada y que gracias a esos polos magnéticos en oposición, nacimos juntos una brújula interna para nunca más volver a extraviar el camino de retorno a casa.

Rulas de la Tierra – Tenochtitlán, México.

 

Sobre el autor: Raúl Vélez. Permacultor y coordinador de Transición México